Y, finalmente, llega el día en el que se rompen todas las promesas.
Ese lugar -real o no- que iba a uniros para siempre se deja a un lado, a un segundo plano; y la conexión desaparece. Esa designación tan peculiar, ese nombre que solo tú y esa otra persona compartíais, pierde su utilidad y queda en el olvido. Ese futuro, el que con tanta emoción queríais vivir juntos, se relega al presente y al pasado.
Porque siempre llega ese día, ese aciago día en el que no se rompen solo las promesas, sino la relación. Y ese «para siempre» se transforma en un «hasta siempre» y los «te quiero» en «te quise».
¿Dónde quedan los días de risas, de charla, de secretos, de diversión…?
¿Dónde…?